8 de junio de 2009

Namaste

En el aeropuerto de Bangladesh, aparte de a nuestros colegas los mosquitos, conocimos a Amelie de Canadá y a un chico de China (¡no podría repetir su nombre!).

Con ellos llegamos a Kathmandu, pero la llegada fue un poco convulsa... El chico chino trabaja en Kathmandu, así que no tuvo problemas con el tema del visado. Amelie, Asier y yo llegamos sin "calderilla": ni euros, ni dólares, ni por supuesto, rupias nepalís, y sin visado, con la intención de pagar con la tarjeta de crédito.

La cara de los empleados del aeropuerto encargados de los visados fue un poema. No credit card! ¿Entonces? Passports? Se quedaron con nuestros tres pasaportes, y a la calle a sacar dinero de un cajero. Parece una nimiedad, pero el cansancio del viaje, el aspecto "acogedor" del aeropuerto y las caras de pocos amigos de los militares que guardaban cada puerta que fuimos cruzando para salir al exterior, sumado al enjambre de taxistas, oportunistas y curiosos que literalmente nos tragó cuando nos vio salir con cara de panolis, nos puso un poco nerviosos...

Sacamos rupias nepalís bajo la atenta mirada de varias cabezas que asomaban en el cuartucho del cajero... y vuelta a entrar. Nos pedían el pasaporte en las puertas (no lo teníamos, claro), a veces pasábamos por escáneres, otras los rodeábamos, y antes de subir a por el pasaporte y el visado, cogimos la mochila facturada, que estaba tirada por el suelo, fuera de la cinta transportadora. Faltaban nuestras dos esterillas, ¡y la mochila de Amelie! Subimos con la mochila: navajas, líquidos... hasta dentro. Amelie explicando que le faltaba la mochila, y nosotros, mientras, flipando, porque al ir a pagar el visado con las rupias, nos dijeron que no cogían rupias, sólo dólares... ¿Entonces? Vais y cambiais dólares. Menos mal que ventanilla de cambio sí que había en el mismo aeropuerto. Y apareció la mochila de Amelie... Al salir de nuevo al exterior, entre los locales que volvieron a la carga, apareció el chino, al que unos compañeros de trabajo habían ido a recoger y esperó pacientemente para bajarnos al centro. ¡Qué maravilla!

Kathmandu es un auténtico caos: mucho y desordenado tráfico, polución, ruido, suciedad en las calles,... Ha crecido mucho en poco tiempo, y según los locales, no está preparada para albergar a tanta gente (millón y medio de habitantes en 2006). Tiene su encanto, sí, pero decidimos que al día siguiente nos largábamos al monte.

Erróneamente pensaba que los rostros que vería en Kathmandu serían parecidos a los tibetanos. Nada más lejos de la realidad... Parecía que estábamos en la India. La tez oscura, la colorida ropa de las mujeres, el hinduismo como religión... Pero cuando nos acercamos al Himalaya, los rasgos, costumbres y religión se tornaron tibetanos.



A por el permiso para el trekking.

Como la estancia en Nepal iba a ser más corta de lo esperado, ya no íbamos a poder hacer dos trekkings. La elección estaba entre ir al campo base del Everest, y dar la vuelta a los Annapurnas. Del primero habíamos escuchado maravillas, pero por falta de tiempo nos iba a dejar a merced de un vuelo interno, con pocas garantías de traernos de vuelta para la fecha de regreso a casa. Por esta razón, nos decantamos por los Annapurnas.

Para llegar a Besishahar, punto de inicio del trekking, salimos de Kathmandu en un autobús cuyo conductor y cobrador nos aseguraron que iba a donde queríamos... A una hora de Kathmandu, el cobrador empezó a pedir el importe del viaje y nos enteramos que no iba a Besishahar, sino a Pokhara, en valles distintos y distantes. Mientras discutíamos con el cobrador por el engaño, nuestros vecinos de asiento, se emperraban en repetir una y otra vez que para qué íbamos a Besishahar, que Pokhara era más bonito. Yo les expliqué por qué, me miraron con cara de no entender nuestro absurdo empecinamiento en ir a Besishahar y me volvieron a decir que Pokhara era muuuuuy bonito. En aquello, el autobusero hizo una parada para mear, y entre la gente que bajó del bus, se bajó Asier. Al cabo de un rato vino y me dijo: he encontrado una minivan que nos lleva a Besishahar, baja. No nos dejaban bajar, el autobús arrancó y empezó a andar... Nos bajamos en marcha y, finalmente, hicimos el transbordo.

Tanto autobuses, como camiones o coches conducen como locos, realizan adelantamientos suicidas y van demasiado rápido para lo mala que es la carretera. Llegamos sanos y salvos, a pesar de las innumerables ocasiones en las que a punto estuvimos de chocarnos, despeñarnos o ambas cosas.

Besishahar (820 m) es un pueblo bastante grande. Consta de una calle principal donde han proliferado pequeñas tienduchas donde aprovisionarse, y hoteles. El aprovisionamiento no es un problema en este trekking.



En busca de agua y algo energético y comestible por la calle principal de Besishahar.

Iniciamos la vuelta a los Annapurnas (una "u" alrededor de este macizo) con la duda sobre el estado del paso Thorong La a 5416m (punto más elevado de la travesía). En caso de estar cerrado por nieve o encontrarnos mal por la altura hubiéramos tenido que volver sobre nuestros pasos y regresar a Besishahar en lugar de terminar en Nayapul. Subimos despacio, sin intención de "ganar tiempo" en el ascenso al Thorong La. Acostumbrando a nuestro cuerpo a la altura y al frío. Es un camino cómodo que va ganando altura progresivamente, lo que permite una buena aclimatación. A pesar de no ser temporada alta (es en octubre), encontramos más "andarines", que para nuestra sorpresa, no teniendo experiencia en montaña, planificaban sus etapas sobre mapas con una alegría y ligereza, que a más altura les acabó pasando factura. Más de uno tuvo que darse la vuelta y otros pasaron un calvario...

Los alrededores de Besishahar, nos sorprendieron por su falta de bosques, lo que nos hizo darnos cuenta del gran problema de deforestación y consiguiente erosión y degradación de ecosistemas que padecen.



No conté el número de puentes que cruzamos... pero muchos.



Compartimos camino con animales domésticos: búfalos de agua, yaks, vacas, caballos, mulas, burros, ovejas y cabras.





"Hombres-mula".



Mujeres trabajando duramente.



Laderas aterrazadas.



Escolares uniformados... lazos rojos.





Animales.



Plantas.



Bhulbhule, pequeño pueblito en el camino hacia Bahundanda (1310 m) (primer día).



Mocos, pies descalzos... mirada curiosa.



Poniendo dinamita, como antaño, para liberar el camino... ¡a fuerza de barrena!



Nos asomamos por la puerta... y aparece Tal (1700 m) (segundo día).



El incienso de los pobres.



La "Gran Vía" de Tal.







Molinos de oración... cómodas plegarias (Danaqyu (2200 m), tercer día).



Om mani padme hum (mantra budista escrito en tibetano).



Bajo la estupa de Chame (2710 m) (cuarto día).



Vista del Annapurna II (7937 m) desde Urgen Thekcho gompa, de nueva construcción, en Upper Pisang (3310 m) (quinto día).



Agua ozonizada vs agua embotellada. Un granito de arena por el medio ambiente.



Gigantes de 7000 m vigilan nuestros pasos hacia Ghyaru.



Banderas de oración sobre Ghyaru.



Parecen tan cercanas las cimas...



Atardecer sobre el final del Marsyangdi Valley desde Manang (3540 m) (sexto día).



Parece decir Por favor! Por favor!! Por favor!!!, pero no os dejéis engañar, que hay multa de por medio en caso de hacer como que no lo has visto o entendido.

Allí en Manang, aprovechamos para comprar manoplas, gorros y forros polares, para no sufrir demasiado en el Thorong La. Bastante frío llevábamos acumulado en el cuerpo... Lo peor era la sensación de vivir permanentemente con frío: nos levantábamos con frío, sólo calentábamos el cuerpo durante la caminata diaria (a más altura ni siquiera caminando nos templábamos) y lo peor era el momento de la cena y la hora de acostarse.

Algunos días pudimos ducharnos, pero que llegara el agua caliente era un milagro. Un día tuvimos suerte y nos calentaron una palangana de agua. Era pequeñísima, y encima entendí que era para los dos, así que me lavé con la mitad del agua... ¡es increible la poca agua que es realmente necesaria para la higiene diaria! Otros días ni siquiera teníamos la posibilidad de ducharnos, directamente no había ducha. No nos preocupaba demasiado, porque como bien le dijo alguien a Asier, nadie ha muerto todavía por no ducharse y sí por resfriarse. De cualquier manera, creo que es todo un lujo encontrar cama, comida y no digamos ducha, por el camino.



Pico Gangapurna (7454 m), glaciar y lago proglaciar del mismo nombre desde Praken gompa (3950 m) (séptimo día).



Dejando atrás el valle del río Marsyangdi camino a Letdar (4200 m) (octavo día).



Un terrible estruendo nos hace levantar la vista...



Zona de desprendimientos en el propio camino. El paisaje cada vez es más árido.



Aclimatando entre Thorong Phedi y Thorong La.



Esperando a la cena en Thorong Phedi (4450 m) (noveno día).



Mal agudo de montaña. Esta vez no...



Subiendo hacia el Thorong La: el paso despejado, el cuerpo bien, el cielo de un azul cegador, mucho viento y frío...



En el colladoThorong La (5416 m), el frío inutilizó las baterías de las cámaras (tres fotos pude echar con la mía).



Contentos de poder disfrutar en la subida y bajada del paso.



El frío nos impide despojarnos aún de la ropa.



Llegando a Muktinath (3800 m), después de una dura jornada (décimo día).





Las banderas de oración agradecen por nosotros el buen fin de la etapa. Al fondo el Dhaulagiri (8167 m).





Templo perteneciente al santuario de Muktinath.

El santuario de Muktinath es lugar de encuentro de hinduistas (80,6% de la población nepalí en 2001) y budistas (10,7%). Es uno de los centros de peregrinación hindú más importantes del país. Por los destartalados caminos nos cruzamos con puñados de monjes budistas, llamativos sadhus (ascetas hindúes) y fervorosos creyentes.





Muktinath.



Jharkot.













Kagbeni (2800 m), en el límite sur del área restringida del Alto Mustang (undécimo día).





Fértiles tierras de labranza en la propia llanura de inundación del río Kali Gandaki.



Hasta este pueblo llegan los jeeps... se nota.

El valle del Marsyangdi es silencioso y bucólico, por ahora..., ya que están tratando de construir una carretera que llegue a Manang, por laderas con unas pendientes vertiginosas que se derrumban cada monzón.

El valle del Kali Gandaki, sin embargo, es un contínuo trajín de motos, coches en precario estado, todoterrenos, camiones y autobuses, que se desplazan inclinándose peligrosamente sobre los barrancos. Mejora en las comunicaciones por tierra, transporte de "comodidades" (¿necesidades?) para la vida diaria... vs ruido, polvo...



Parece que por aquí no se comen a los gatos.



Desayunando en Kagbeni.



Aprovechamiento de la energía solar para calentar agua.



Dejamos atrás Kagbeni...



Y nos dirigimos río abajo por el Valle del Kali Gandaki.



El Nilgiri (North) (7061 m).



Infinitos ríos vierten sus aguas en el Kali Gandaki.



Piedras talladas con el famoso mantra.



¿San Gorka?



El Kali Gandaki, además de ser el valle más profundo de la Tierra, con diferencias altitudinales de más de 6000 m, seguro que es el más polvoriento.



Los ojos de Buda.



Preciosas callejuelas encaladas en Marpha (2670 m) (duodécimo día).



El futuro de Nepal...

¿De qué hablarán? Seguro que no de la serie de televisión de moda, la colección de cromos, la super nintendo o el próximo destino vacacional.



Aumenta el tamaño del motivo religioso, como lo hacen las ermitas hasta convertirse en catedrales. ¿Directa o inversamente proporcional a la fe?



Los perros del Kali Gandaki durante el día duermen y durante la noche son lo más pesado que ha parido madre... ¡no hacen más que ladrar!

Nepal se encuentra entre los países más pobres y menos desarrollados del mundo, con aproximadamente la mitad de su población viviendo por debajo de la línea de indigencia. El aislamiento geográfico y la inestabilidad política explican gran parte de la mala situación económica del país.



Ellas no entienden esas cosas... así que juegan...



El cartero... en plena forma.





Grandes remolinos y ráfagas cargadas de polvo barren constantemente el fondo del valle. Camino a Ghasa (2010 m) (decimotercer día).



De nuevo aparece el color...





Celebración del Happy Holi o Festival de los Colores en Tatopani (1200 m). Pensaba que nos íbamos a librar... pero nos pusieron perdidos (decimocuarto día).



"Vestuario" en las termas de Tatopani.



Parecido al billar, pero con chapas. Muy habitual en los pueblos.



¡Fue peor que la bajada al río Colorado! Teníamos polvo en el pelo, en los ojos, en la boca... realmente, por todo el cuerpo.



Pintadas maoístas de camino a Beni (830 m) (decimoquinto día).

Finalizamos el trekking en Beni y no en Nayapul, como habíamos pensado en un principio, porque a Asier le sentó algo mal y se encontraba fatal... vomitando...



"Deporte" de alto riesgo.



Toda la basura de Beni va a parar junto al río. En la época del monzón no me quiero ni imaginar cómo irá el río de basura.





No me olvidaré de Surendra y Aruna... ¡Qué tabarra nos dieron su familia y amigos, en plena noche y al amanecer, tocando unos cuernos que sonaban a rayos!



Andamios de bambú.

Dormimos una noche en Beni y cogimos un autobús a Pokhara.



De camino tuvimos un reventón en una de las ruedas traseras, ¡menos mal que llevaba doble rueda!

Las carreteras son un horror, incluso las principales, destartaladas y polvorientas. En un recorrido de 73 km llegamos a tardar 4 horas.

Finalmente, llegamos a Pokhara, tercera ciudad del país tras Kathmandu y Biratnagar. Tiene 200.000 habitantes. Caminamos por el lago Phewa y alrededores, donde proliferan tiendas que venden material de montaña, artesanía y otros recuerdos. Un tanto estresante, tras la calma de los días anteriores.

No tuvimos suerte con las vistas... desde Pokhara se pueden ver el Dhaulagiri, Annapurna y Manaslu. En lugar de estos tres gigantes de 8000 metros, sólo pudimos ver una neblina que envolvía la ciudad y fundía cielo y "tierra" en el lago...







Lago Phewa en Pokhara.

De Pokhara volvimos a Kathmandu. Decidimos conocer parte de la montaña nepalí con calma, así que no dejamos mucho tiempo para visitar sus ciudades...

Namaste! (hola y adios). Pero volveremos, de eso estamos seguros.

La vuelta se hizo larga. Kathmandu - Delhi - Dubai - London - Bilbao. ¿Las sensaciones? Temprana nostalgia por abandonar la vida nómada y ganas de caras y abrazos amigos.

Ha sido estupendo compartir con vosotros nuestro viaje. Lo que habéis podido ver a través de las fotografías es parte de lo que hemos vivido, en aquellos lugares y en aquellos instantes. Vuestras percepciones y vivencias habrían sido distintas... pero siempre enriquecedoras para el que las vive y para el que las lee o escucha.

No me despido del viaje... porque el viaje no ha terminado... Es mi forma de ir por la vida, y espero que sea largo, ji, ji... Os seguiré mostrando retazos de vida... enmarcados por mis ojos... expresados con el corazón...

¡Hasta siempre!